Comentario
En 1937, Hitler soltó ante algunos de sus generales más importes estas significativas palabras: "Me consideraría muy feliz si pudiese cambiar el mulo italiano por un pura sangre ingles".
Tras la conferencia de Munich -30 de septiembre de 1938-, que determinó la suerte de Checoslovaquia como nación dependiente del nazismo, los gobiernos de Londres y París se convencieron por fin de que no debería existir una anexión territorial más sin mediar una formal declaración de guerra.
Cuando el 25 de agosto de 1939 la URSS y Alemania firmaban en Moscú su colaboración para liquidar Polonia en pocas semanas, una incógnita flotaba en el aire:¿qué actitud adoptarían Francia y Gran Bretaña?. Esta última nación sólo tardó dos días en garantizar por escrito la libertad del pueblo polaco mediante un acuerdo defensivo.
El 20 de mayo de 1940, Hitler confesó al general Jodl, jefe de la Sección de Operaciones del Mando Supremo de las Fuerzas Armadas: "Inglaterra obtendrá la paz cuando quiera". Ocho días después, cuando una masa importante de tropas aliadas -210.000 británicos y hasta 120.000 franceses- era embarcada en Dunkerque, gracias a la puesta en marcha de la Operación Dinamo, el autócrata nazi demostró palpablemente que seguía manteniendo la idea de una negociación con Londres.